Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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El silencioso discurrir del barco eléctrico, nos lleva a la capilla de St. Bartholomä, que se yergue
en la orilla derecha del lago, delante del monte Watzmann, el segundo más alto de Alemania con
2.713 metros. Hay una curiosa leyenda sobre este monte y cuenta que la cima más alta encarna
al rey, la segunda más alta a la reina y las otras simbolizan a sus siete hijos. Por lo visto el rey era
un auténtico déspota y fue castigado por Dios convirtiendo a toda la familia en piedra.
La capilla de St. Bartholomä es una capilla de barco, de esas que sólo se puede visitar si se llega
a bordo de uno. No hay otra posibilidad más cómoda de acceso. A nado o a pie atravesando
montañas, se debe de hacer muy cansado, estoy seguro. Esta pequeña iglesia barroca de
peregrinación situada en una península, llama la atención por su curiosa belleza exterior. Sus
cúpulas rojizas en forma de cebolla, hacen de St. Bartholomä la imagen de marca del lago
Königssee. Al ver la capilla, se identifica de inmediato el lago. Una conjunción indivisible y
maravillosa. Os decepcionará el interior, austero, simplón y muy minimalista; nada que ver con la
sensación que se tiene al ver el exterior. Pero no todo puede ser perfecto, ¿no?
Se me había olvidado comentaros que el barco permite apearse en la capilla de St. Bartholomä, y
una vez vista ésta, volver a coger otro para que nos lleve a Salet, donde está el apeadero para
visitar el Obersee. La llegada y salida de barcos es constante, le calculo una cadencia de unos
veinte minutos, más o menos. A la vuelta, cuando se regresa al muelle de partida, también se para
en la capilla, tanto para bajar como para subir, por lo que uno puede plantearse la visita en el
orden que desee.
Desde St. Bartholomä al muelle de Salet tardamos cinco minutos.