

9:45 Montamos en el coche y tiramos hacia el camping, que cierra la
valla a las 10. Con nuestra habitual pericia orientativa, conseguimos llegar a
las 9:59, ante la atónita mirada del encargado que, tras nuestro sigiloso paso,
cerró la puerta.
DIA 4: Martes 19
11:10 Se ve que estamos desentrenados pues tardamos más de hora y
media en recoger todos los bártulos y acomodarlos en el coche. Con todo listo,
partimos hacia Alemania.
11:40 ¡ALEMANIA! Nos enteramos que estamos aquí porque lo pone en
el mapa, ya que no hay ni un solo cartel que diga que cambias de país.
15:00 Visitada la ciudad de Baden-Baden, que no se por que tiene el nombre
repetido, en la que probamos la “riquísima” agua del manantial de su famoso
balneario y después de comer en uno de sus bares-bares (esto es coña),
tiramos hacia Karlsruhe por la Autobahn (autopista en alemán) haciendo una
parada en un área de descanso que por tener, tenía hasta una iglesia
(autobahn kapelle).
16:30 Karlsruhe es una ciudad construida delante de un palacio y por
detrás de este hay un inmenso y cuidado parque en el que pasear tranquilo,
lejos del bullicio urbano, a tan sólo 500 mts. de las calles que, en forma de
abanico, se abren desde la fachada del palacete, mandado construir por un tal
Karl, para usarlo como chalecito de verano.
20:30 Llegada a Heidelberg. El camping es muy fácil de encontrar
siguiendo el curso del río. Montamos y bajamos a la ciudad vieja (altstadt). Es
de noche, pero está muy animado y parece bastante bonito, aunque con lo
poco que estos germanos gastan en iluminación habrá que verlo de día. Damos
una pequeña vuelta y, sentados en una bonita terraza en la calle, nos tomamos
nuestras primeras cervezas alemanas. Con un poco de alegría en el cuerpo,
pues no estamos acostumbrados a bajarnos medio litro de cerveza así de
golpe, nos vamos al camping y nos metemos en el sobre con una sonrisilla
tonta....
DIA 5: Miércoles 20
10:30 Con todo recogido y metido en el coche, salimos del camping y en
“una perfecto española” nos dan los buenos días en la recepción. Aparcamos
en la misma estación del funicular que sube al castillo (schloss), montamos en
él pero en vez de quedarnos en la primera parada, seguimos monte arriba y
luego bajamos andando por un idílico camino en medio del bosque que, de vez
en cuando, nos regala unas bonitas panorámicas entre la espesura.
Llegamos al castillo por los jardines de la parte trasera, muy cuidados,
con una bonita fuente protagonizada por un Neptuno -muy púdico él- y una
balconada con espectaculares vistas sobre el río y la ciudad. Para entrar al
castillo-palacio hay que pasar por caja, lo que da derecho a visitar el patio,
varias dependencias, un museo de la farmacia (todo está escrito en alemán,
con lo que es difícil enterarse de algo) y la bodega, con unos pequeños toneles,
uno de ellos con capacidad para 215000 litros, no fuera a ser que durante un
asedio se quedaran sin vino... Bajamos a pata por una empinada cuesta por la
que los japoneses subían resoplando y, callejeando un poco, topamos con una
preciosa tienda de objetos navideños y no podemos resistir la tentación.